sábado, 10 de octubre de 2015

LA "POLITICA",la "FABRICA de NUEVOS RICOS"...son gente "barata" que luego resulta "Muy Cara".


Un político pobre, decía Carlos Hank González, es un pobre político. Para tener éxito se requiere del dinero, ocasionalmente del propio, pero sobre todo del que tienen otros. En cualquier caso, el político no debe ser pobre. Serlo significa condenarse a la eterna marginalidad, y la política, a fin de cuentas, es la lucha por el poder, y quien está en el margen tal vez pueda permanecer ahí, pero no tiene ninguna oportunidad de ir por la grande, por todo. Y políticos honrados los hay, como el viejo comunista Gerardo Unzueta, que vive en una situación de extrema modestia. Pero se trata de un garbanzo de a libra, porque los políticos se acostumbran a vivir, y a vivir bien, de los cargos públicos, y hacen todo para no abandonarlos.
Hay en los políticos una verdadera compulsión por el enriquecimiento (las excepciones sólo confirman la regla). Para hacer fortuna hay que estar donde está el dinero y el dinero suele estar donde se encuentra el poder. De ahí la sentencia de Lord Acton: “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
La contundente sentencia no debe entenderse en sentido moral porque entonces carece de sentido o adquiere, a lo sumo, una connotación religiosa que lleva a creer –la religión es un asunto de creencia, no de ciencia— que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre al reino de los cielos. Si tal reino existe, de seguro se halla atiborrado de ricos que dieron mordida para codearse con la corte celestial.
Esos políticos no nacieron con tal apetito de dinero.

Se convirtieron en ladrones cuando entraron en la dinámica del poder, que para ascender exige tener dinero y para tener cada vez más dinero exige ascender.
En la política se puede invertir lo dicho, pues más fácil es que pase un camello por el ojo de una aguja a que un pobre entre en el cielo del poder, y si entra, júrelo usted que no muere pobre, como lo atestiguan los casos de muchos dictadores militares que llegaron hasta donde llegaron gracias a la fuerza de las armas y ya arriba se enriquecieron.
Pero los golpistas son gobernantes de facto y la riqueza material de los políticos es propia de las democracias. Por ejemplo, los congresistas de Estados Unidos son 14 veces más ricos que el gringo promedio. En México la proporción debe ser similar, pues un diputado gana unos 150 mil pesos mensuales y nosotros pagamos sus impuestos.
Un senador tiene como dieta mensual 197 mil pesos, en los que si se incluye la parte proporcional de la gratificación de fin de año la suma asciende a 236 mil pesos, pero dispone de ingresos por diversos conceptos y en promedio cuenta con 12 asesores y dispone de consultores en 17 especialidades, lo que también es dinero que si no se embolsa, sí se gasta en su provecho.
Ni qué decir del más de medio millón que “gana” mensualmente cada ministro de la Suprema Corte y cada integrante del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Sin contar las casas blancas y de otros colores, el presidente de la República percibe como sueldo poco más de 200 mil pesos, pero varios de sus secretarios cobran más de 190 mil pesos mensuales, cantidad que también recibe el jefe de asesores del consejero presidente del Instituto Nacional Electoral.
Los gobernadores, chueco o derecho, reciben lo que quieren y ni quien pueda chistar, lo que permite que un sinvergüenza como Guillermo Padrés, el ex mandatario de Sonora, se construya una presa para uso particular con aguas federales y que, descubierto en falta, haya hecho demolerla. O qué decir del gobernador de Chihuahua, que en su gestión se hizo ni más ni menos que de un banco. Y así con varios más.
Hasta el político más piojo se transforma cuando pasan por sus manos grandes cantidades de dinero. Hubo una delegada perredista de modestísimo origen que ante sus gobernados anunció que se bajaría el sueldo a la mitad, de cien mil a 50 mil pesos aproximadamente, pero no anunció que se pondría a mano embolsándose horas extra, bonos, prima dominical, dobles turnos, despensa, compensaciones, estímulos, premios por buen desempeño y otras prestaciones que incluían hasta el lavado de ropa, a lo que se sumaban los habituales gastos de representación, gastos sociales, ropa y otros ingresos. Como consecuencia, al terminar su trienio ya había dejado la colonia proletaria donde vivía para trasladarse a su nueva casa en el Pedregal.
Esos políticos no nacieron con tal apetito de dinero. Se convirtieron en ladrones cuando entraron en la dinámica del poder, que para ascender exige tener dinero y para tener cada vez más dinero exige ascender. En países donde existe la reelección, el dinero sirve para ser ratificado en el cargo. En México, donde no se pueden reelegir, los políticos están permanentemente ocupados en amasar fortuna para disputar el siguiente cargo público.
La agencia Alai-Amlatina hizo circular recientemente un artículo de Mauricio E. Yepe, en el que éste repasa el libro A Goberment of Wolves (Un gobierno de lobos), de John W. Whitehead, quien se refiere a esos políticos inmersos en el proceso de enriquecimiento y dice: “Ellos ni representan ni sirven al pueblo estadunidense. En vez de eso, se han autoproclamado nuestros amos”. Como aquí.
Fuente.-


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